Apuesto a que nadie sabe las reglas. Quizá nunca hubo tales, quizá el instinto se comió a la razón. Uno va por la vida mirando personas en el horizonte, hasta que una sola se convierte en imán de nuestra atención.
Nadie te dice cuándo empezar, pero sin esperarlo tiras los dados esperando activar todo amuleto. El otro tiene una ficha también, un turno para comenzar el movimiento. Se perdieron los instructivos.
Avanzas, a veces no.
La euforia te viaja por la sangre, y a veces se apaga.
Las estrategias triunfan, fallan o nunca se ejecutan.
No sabes cuánto durará la partida, ni si en el camino otro jugador se sumará a ella.
Nadie quiere perder, pero todos quieren jugar. Aquellos que ocultan las ganas de ser parte del encuentro sólo están esperando un turno discreto que usar.
Al final, nada es eterno. En este juego puedes retirarte a tiempo o dejar que te consuma una emoción. Si eres inteligente, harás equipo; si eres egoísta posiblemente hagas trampa.
Novatos o experimentados, no importa, ningún tablero es igual al anterior.
Las cartas están sobre la mesa, y todos queremos jugar al amor.
El corazón siempre es un niño inquieto…
Alejandra Cárcamo @ale_clz
Imagen: Pinterest
Me encantó. A veces ya no queremos jugar Habría que valorar la emoción del juego otra vez
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